Transcurridas unas cuantas páginas, en un determinado momento del relato, éste se refiere al atentado de Mateo Morral (3). Es una mención anecdótica, en sintonía con el tono general del artículo.El atentado hacía quizá un par de años que había ocurrido. Lo que se dice de él en el texto es aquello que se decía públicamente en Madrid a un par de años de que ocurriera, y tiene ese valor histórico.
A continuación el extracto del artículo donde se habla específicamente del atentado:
(Ricardo Baroja conversa con Paul Schmitz, amigo de la familia, al preguntarle éste por el retrato que pudo hacer de Mateo Morral muerto en el depósito de cadáveres)
- No vale la pena... Unos amigos médicos lograron meterme en la habitación donde estaba el cadáver, pero no había luz y entraba y salía mucha gente que llevaba la policía para ver si lo conocían o lo habían visto...
- Habría que editar "La dama errante", de Pío, ilustrada con el dibujo de usted. ¿Es verdad que aquí en Madrid conoció a mucha gente?
- No lo crea usted. Los que dicen que lo han conocido es para darse tono. Vino de Barcelona solo. Traía ya las señas de esa casa de huéspedes de la calle Mayor, donde pidió un cuarto para él solo y que diera a la calle.
- ¿Y cómo no inspiró sospechas a la policía? Porque las casas de huéspedes, más que los hoteles, debían estar vigiladas, sobre todo las que tenían cuartos con balcones a las calles por donde iba a pasar el cortejo.
- Pues no lo vigiló nadie. La dueña de la casa de huéspedes dijo que le chocó ver que todas las noches volvía con un paquete y descubrir que era de naranjas. Parece que, en efecto, en las altas horas, cuando cesaba el tráfico en la calle Mayor, se asomaba al balcón y se dedicaba a tirar naranjas, afinaba su puntería. Los carriles del tranvía, relucientes, le indicaban el centro de la calle, el camino preciso de la carroza; pero, naturalmente, Morral no tenía ni la menor idea de lo que es una de esas carrozas regias, "de doble suspensión", como dice Valle Inclán, que ha inventado, bueno, no hay que echarse atrás, la hemos inventado entre todos, con motivo de la boda del rey, una magnífica historia que nunca se escribirá, porque se ha hecho más que escribirla, la hemos vivido. A Morral le faltó contar con el movimiento de balanceo que tienen esas carrozas y que obliga a los que las van a ocupar a ensayarlas y acostumbrarse a ellas unos días antes. La bomba de Mateo Morral dio, por eso, con el pescante y no en el techo de la caja.
- ¡Qué mortandad! Si no es en San Petersburgo, en la época del nihilismo, no creo que haya habido una bomba anarquista que haya causado tantas muertes.
- Hubiera causado más si Mateo Morral, ¡qué nombre!, hasta el nombre del protagonista parece inventado, hubiese podido realizar su proyecto primitivo, en el que habría muerto él mismo enseguida, pues se proponía entrar en la iglesia de los Jerónimos, hizo gestiones para tener una tarjeta, llevaría la bomba, una bomba de inversión, en la chistera y bastaría dar media vuelta a la chistera al arrojarla para que estallase en el recinto cerrado y repleto, donde morirían los reyes de España, y los príncipes herederos de los tronos de Europa que habían venido para asistir a la boda. El comentario de Valle Inclán fue rotundo: todas las obras maestras tienen siempre una concepción superior a lo que luego se realiza.
- El asesinato, considerado como una de las bellas artes, de Tomás de Quincey.
- Valle Inclán no ha leído a Tomás de Quincey.
- Por eso lo digo, para señalar las coincidencias de España que no suelen ser con Francia, sino con Inglaterra o Alemania. Pero D. Ramón seguirá siendo carlista y quitándose el sombrero al pasar por delante de las iglesias.
Todos se ríen. D. Serafín más que los otros y sin dejar sus paseos. Doña Carmen, la risa más en los ojos que en los labios. Pío, que se asoma a la puerta un momento con el sombrero hongo puesto, se ríe enseñando las encías; en seguida vuelve y entra poniéndose la boina: se le ve su gran calva que parece toda frente.
(1) Corpus Barga "La casa de los Baroja". Revista de Occidente, Año I (2ª ép.) nº 7 (Octubre 1963) pp 76-93.
(2) Andrés García de Barga y Gómez de la Serna, conocido por el seudónimo Corpus Barga (Madrid, 1887-Lima, 1975), fue un poeta, narrador, ensayista y periodista español. Nació en Madrid en el seno de una familia burguesa, estudió ingeniería de minas, pero abandonó la carrera para dedicarse al periodismo desde 1906. Publicó siempre en la prensa republicana: El País, El Radical, etc, y frecuentó la tertulia literaria del Café de Levante. A los 17 años publicó su primer libro de poemas, Cantares (1904).
Entre 1914 y 1948 residió en París como corresponsal, haciendo bastantes viajes desde 1920, sobre todo a Italia. Mantuvo intensas relaciones con escritores como Pío Baroja y Ramón María del Valle-Inclán. Colaboró en diversos periódicos y revistas como El Sol, Revista de Occidente y La Nación de Buenos Aires.
Fue un activo propagandista de la causa republicana durante la Guerra Civil española y participó en la compra de aviones franceses para el ejército, por lo que se vio forzado a exiliarse en 1939 con el escritor Antonio Machado, al que acompañó hasta Collioure (Francia), donde éste murió.
En 1948 se instaló en Lima (Perú) y dirigió allí la Escuela de Periodismo de la Universidad de San Marcos. Colaboró en numerosas revistas editadas por los exiliados españoles. Escribió cuatro volúmenes de memorias con el nombre genérico de "Los pasos contados". Alcanzó el Premio de la Crítica en 1974 por uno de estos volúmenes, "Los galgos verdugos" (1973). Murió en 1975 en Lima.
(3) El atentado del que se habla en el artículo es el que ocurrió en 1906, cuando Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia regresaban al Palacio Real, después de su boda. Desde un balcón frente al número 88 de la calle Mayor, Mateo Morral arrojó una bomba a la carroza donde viajaban los reyes, acompañados de la comitiva y en medio de un gran gentío. Los reyes salieron ilesos por muy poco, pero el artefacto ocasionó la muerte de 24 personas.
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